En la barra del bar, en el salón de casa, después de una buena comida, Anís del Mono, aparte de estar delicioso, es un estupendo licor digestivo. Puede beberse solo, muy frío, con o sin hielo, en chupito helado o en copa. Con un chorro de agua para formar la mítica Palomita, con unas gotas de limón para aportarle un toque cítrico o incluso como parte de un cóctel.

La historia de Anís del Mono comienza a finales del siglo XIX y está construida de anécdotas y de inspiraciones llegadas de distintas partes del mundo.
La primera de ellas es el origen de su nombre:Vicente Bosch, el creador de Anís del Mono, recibió en una ocasión como regalo de negocios un simpático monito proveniente de América, el cual acabó bautizando a la marca.

La historia que inspiró al diseño de la botella fue bastante más romántica. El propio Bosch andaba buscando un regalo especial para su mujer y fue en la plaza Vendôme de París donde encontró el perfume perfecto y, en él, la inspiración para su botella de corte adiamantado que se ha convertido en estándar de la categoría.

Incluso la etiqueta tiene su propia historia, aún conservada: el error ortográfico de la palabra 'destillación ', que aún hoy se mantiene. Y otra anécdota más, la del rostro del mono. ¿Sabíais que sus rasgos humanoides están basados en el mismísimo Charles Darwin en un guiño al debate de aquella época sobre la teoría de la evolución?